27 de noviembre de 2018
Por: Jaime Díaz, Director de PODION
Si nos atenemos al dicho popular “en el desayuno se sabe cómo va a ser el almuerzo”, los primeros 100 días del gobierno Duque, dejan muchos interrogantes y preocupaciones. No es ni justo ni prudente lanzarse lanza en ristre contra todo lo que provenga de este presidente, se puede valorar su actitud propositiva así uno no esté de acuerdo con sus propuestas; su ánimo conciliador y no camorrero, así sepamos que las conciliaciones no son la medida de la justicia, sobre todo cuando el injusto quiere hacer prevalecer su posición. El presidente es un hombre amable, bonachón, inteligente, estudioso, sereno, pulcro y honesto, también “naive” (ingenuo). Su juventud le permite trabajar intensamente y está acostumbrado a ello, además a ser exigente consigo mismo, pero peca por la falta de experiencia, desconoce el país. Su contacto con la Colombia real había sido muy escaso, no tuvo la oportunidad de hacerlo: poco tiempo después de culminar su carrera de abogado en una Universidad en Bogotá, cuna del conservadurismo, se desempeñó en Washington en cargos de menor rango en distintas entidades bancarias internacionales, mientras adelantaba algunos estudios de postgrado, hasta que el Sr. Uribe hace 5 años lo trajo para que formara parte de su lista al Senado. En el Congreso se distinguió por su seriedad y caballerosidad, pero siempre “a la sombra” de expresidente-senador.
Su falta de experiencia e inseguridad, lo lleva a rodearse de sus amigos y conocidos de confianza, desde los compañeros de colegio (Rochester), pasando por los de Universidad (Sergio Arboleda), y de su trabajo en Washington (BID). Pero siempre teniendo sobre su cabeza la mirada del “gran hermano” Álvaro Uribe.
Quiere situarse en el ala moderada de un partido de derecha que representa los intereses de terratenientes, clasistas, tradicionalistas, militaristas, fundamentalistas que añoran la Constitución del Siglo XIX. Es un presidente errático, mientras habla de buscar la equidad, presenta una reforma tributaria, totalmente inequitativa “reducción de impuestos para los ricos, afectación mayor de impuestos para los pobres”; no gobernar con mermelada (concesión de prebendas), pero busca privatizar los recursos públicos en manos de la clase política; llama a la austeridad del Estado, pero sale semanalmente a las regiones a prometer obras sacadas del presupuesto nacional al estilo de Fujimori y evidentemente de su referente, el expresidente Uribe. Quiere aparecer como un gran benefactor. Habla de su fetiche “la economía naranja” como motor del desarrollo, la inteligencia y la cultura, pero se niega a buscar un presupuesto digno para la educación pública. Los estudiantes y maestros lo tienen a raya con marchas, huelgas y reclamos.